La elección de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México marcó un hito en la historia del país, porque le dio un giro de 180 grados al rumbo que le habían dado los gobiernos neoliberales.
El modelo de la 4T, que inició por separar el poder político del económico, combatir la corrupción al interior del gobierno, reducir los gastos suntuarios con la implementación de medidas de austeridad republicana e invertir la pirámide de prioridades para poner en la cima a las clases más desfavorecidas, los pueblos originarios y aplicar las máximas de mandar obedeciendo al pueblo, y de que por el bien de todos, primero los pobres, ha puesto a México bajo los reflectores de todo el mundo.
Por más que la oposición se empeñe en desacreditar los logros y avances de la 4T, es incuestionable que el país ha avanzado en todos los terrenos de la vida nacional, como en el caso de la economía al reducir la inflación, incrementar el crecimiento económico, reducir los índices de pobreza, fortalecer la moneda, aumentar los salarios y acercarnos a la autosuficiencia alimentaria y energética.
La consolidación de la transformación está respaldada por resultados sobresalientes
Los logros no han sido menores, entre los más sobresalientes hay que enumerar el rescate de Pemex y de la CFE, la nacionalización del litio, la construcción de la refinería de Dos Bocas, la construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, la edificación de la planta de energía solar más grande de América Lantina, la construcción del Tren Maya, elevar al rango constitucional la pensión para personas adultas mayores y la atracción de multimillonarias inversiones extranjeras, por citar solo algunos.
Imagen: Periódico Digital Centroamericano y del Caribe
Dichas acciones, aparejadas a los programas sociales como Sembrando Vida, Jóvenes Construyendo el Futuro, las Becas Benito Juárez, la creación de universidades y la implementación del programa IMSS-Bienestar, entre otros, han impactado de manera positiva en la calidad de vida de toda la población.
De ello se desprende la necesidad de darle continuidad al proyecto de nación planteado por el presidente, a través de la edificación de un segundo piso en la Cuarta Transformación de la vida pública del país, a fin de garantizar la consolidación tanto de las obras públicas como de los derechos sociales de la ciudadanía.
Lo que está en juego en la elección presidencial del 2024, es si el electorado decidirá si quiere volver a las viejas prácticas de corrupción, endeudamiento, saqueo, privatizaciones y privilegios, u optará por seguir por el camino de la transformación para que todas las personas tengan acceso a lo que por derecho les corresponde de manera gratuita: educación y salud de calidad, agua potable, vivienda digna, justicia imparcial y expedita, mejores salarios, más empleo y transportes más eficientes y accesibles a todos los bolsillos. La moneda ya está en el aire.