El pasado 1 de septiembre conmemoramos 4 años de aquella histórica toma de protesta del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, en el Congreso de la Unión. Han pasado 1,460 días de Transformación, de Revolución de la vida pública del país.
El camino no ha sido sencillo, se edificó en las ruinas. Los cambios profundos se tuvieron que abrir paso en medio de la corrupción, el despilfarro, la expoliación del Estado en favor de una élite enriquecida, la impunidad, la injusticia social, la pobreza y la inseguridad. A ello habría que añadir una imprevisible y devastadora pandemia de Covid-19 que nos golpeó y lastimó a todos.
Sin lugar a dudas, tenemos a un estadista con gran autoridad moral y política en la Presidencia de la República. Se puso en marcha la máxima juarista de que el servidor público debe vivir en la justa medianía, por eso se terminaron los lujos y los funcionarios actúan con legalidad, eficiencia, responsabilidad y honradez. Se respeta la independencia de los poderes Legislativo y Judicial, lo mismo que de la Fiscalía General de la República. Se garantiza la libertad de expresión y el derecho a disentir. Se está combatiendo como nunca la corrupción y la impunidad. Se está dando la batalla y poco a poco se ha comenzado a reducir la incidencia delictiva.
Se manda obedeciendo al pueblo, hay un gobierno democrático cuya prioridad son los pobres. Se distribuyó la riqueza con los programas para el bienestar, mismos que se elevaron a rango constitucional y ello permitirá su continuidad aún cuando termine este gobierno. Se está haciendo realidad el principio de que la educación y la salud no son privilegios, sino derechos universales de las y los mexicanos.
Se sacó del olvido al sureste del país con ambiciosos proyectos de inversión que fortalecerán el mercado interno y las cadenas productivas. Se han fortalecido las finanzas públicas porque se terminaron los privilegios fiscales. Se incrementó el salario y su poder adquisitivo. Se aumentaron las reservas del banco de México en 14% y el peso no se ha devaluado y gana terreno frente al dólar. Se recuperó el prestigio internacional de nuestro país, al sostener una relación de respeto y cordialidad con todos los pueblos del mundo.
En fin, una apretada síntesis indica que el discurso se volcó al terreno de las acciones: ¡Hechos no palabras! Ahora, tenemos el honroso deber de completar y materializar la obra. En los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, Maquiavelo señaló que para transformar de raíz a una República se requería dos tipos de hombres buenos: uno que siente las bases de la Transformación y otro que las consolide.
En El Príncipe, Maquiavelo también dijo que: “un hombre prudente debe tomar siempre los caminos que han seguido los grandes hombres e imitar a los que han sido más ilustres, para que si sus capacidades no llegan a igualarlos, por lo menos se le parezcan”. Jalisco pasará lista de presente con la historia, la Transformación llegará y, con ello, una nueva etapa de progreso dará inicio en nuestro Estado.
Colaboración de: Salvador Llamas Urbina
