El pasado domingo 22 de septiembre del presente año se llevó a cabo en la Ciudad de México el Séptimo Congreso Nacional Extraordinario de Morena, que no sólo marcó un hito importante en la historia del partido, sino que fue un paso decisivo hacia el futuro del mismo, al anteponer la cohesión interna como acción clave para la continuidad política del movimiento pero, sobre todo, por mostrar su capacidad de adaptarse ante los desafíos de un México más consciente, politizado y con un pueblo más involucrado y activo en la vida política y social del país, resultado de la Cuarta Transformación.
Esta nueva etapa postobradoirista de México, hace referencia a la etapa política, social y económica que sigue al fin del mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador el próximo 1 de octubre de 2024, marcada sobre todo por la influencia de su legado, pero también por la continuidad y evolución del proyecto de nación bajo nuevos liderazgos, principalmente el de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, quien será la primera presidenta en la historia de México; con una fuerza política que gobierna a lo largo y ancho de todo el país, en 24 estados, 973 alcaldías, mayoría en 27 de los 32 congresos locales, así como una mayoría calificada en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República.
Congreso Nacional de Morena. Luisa Alcalde encabeza el CEN más joven
En este contexto, el séptimo Congreso Nacional Extraordinario de Morena se caracterizó por contar con dos momentos importantes: la renovación unánime del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), conformando el comité más joven de la historia del partido bajo el liderazgo de Luisa María Alcalde Luján, actual secretaria de Gobernación; y la presentación del Plan de Trabajo de la nueva dirigencia, en voz de la presidenta electa del comité, quien vaticinó, a partir de una deducción de compromiso, que Morena se consolidará como el mejor partido del mundo, a la altura de quien será la mejor presidenta de izquierda del mundo, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo.
Esta apuesta desafiante y honrosa al mismo tiempo, a la luz del vertiginoso crecimiento del partido a 10 años de su consolidación nacional y de los resultados de organización y trabajo territorial que se obtuvieron bajo el liderazgo de Mario Delgado y Citlalli Hernández, en su última etapa.
Profundizar en los valores fundacionales del partido y asegurar que Morena sea el partido de la siguiente generación, supone y configura el inicio de una suerte de institucionalización del legado de Andrés Manuel López Obrador tanto en el actuar de sus militantes como en el ejercicio de todos los gobiernos morenistas del país, al proponer entre los puntos del plan, la ampliación del prontuario ideológico del partido; sumándole al ideario de los documentos básicos los 100 postulados de un morenista, y el Decálogo para Gobiernos de Morena.
Los 100 postulados de un morenista definen qué significa ser parte de Morena en la vida política y social, al tiempo que proporcionan una guía sobre los valores, ideales y compromisos de quienes integran el partido. Por su parte, el Decálogo para Gobiernos de Morena, establece las normas fundamentales que deben guiar a los gobiernos emanados de Morena, con énfasis en la lealtad al pueblo, la austeridad republicana, la transparencia y el combate a la corrupción. Con ello se reafirma el compromiso de Morena con los principios de honestidad y justicia que lo llevaron al poder en 2018.
Con esto, el nuevo Comité Ejecutivo Nacional, se propone profundizar simbólicamente en la ética del partido, lo que resulta de vital importancia para el movimiento, pues reconoce una realidad inacabada a nivel cultural.
Es decir, que a pesar de los sobresalientes resultados electorales obtenidos gracias al gran trabajo organizativo de los cuadros que hoy conducen el proyecto bajo el liderazgo del presidente López Obrador, aún persisten contradicciones éticas e ideológicas en algunos sectores y gobiernos morenistas del país, especialmente en las periferias, donde aún sobreviven paradigmas, lógicas y prácticas políticas heredadas del viejo régimen, que subsisten entre las ramas, pero que son incompatibles con las raíces y los principios transformadores que promueve Morena.
El reto reside, entonces, no sólo en mantener la mística y la conexión con el pueblo, sino en erradicar estos viejos hábitos y en construir una cultura política verdaderamente alineada con la justicia social, la soberanía popular, el compromiso ético y antineoliberal, que define al proyecto de la Cuarta Transformación.
No se trata sólo de una tarea interna del partido, sino que supone un llamado amplio y profundo a la militancia y a la sociedad en su conjunto, para asumir un papel activo en la consolidación de esta nueva cultura política de relevo generacional, que no solo exige la adopción de valores éticos, sino también la promoción de una ciudadanía consciente, humana, crítica y participativa, que sea capaz de desafiar, desde todos los espacios de gobierno, los rezagos culturales del pasado y consolidar los cimientos del proyecto de transformación.
Esta visión renovada de la revolución de las conciencias, sitúa a la figura del presidente como un pilar central para esta nueva etapa del movimiento, para asegurar que su legado sea fundamental para el partido, su militancia y la futura presidenta.
De esta manera, el nuevo Comité apuesta por dar la batalla cultural, profundizar en los ideales de la Cuarta Transformación y configurar desde el partido el nuevo paradigma del México postobradorista: el modelo del Humanismo Mexicano, fomentando desde las raíces de la militancia, una forma de ser y de ver el mundo que desafíe la subjetividad conservadora y que se oponga a los relatos hegemónicos imperantes en la modernidad, llenos de individualismo, egoísmo, injusticia, indiferencia y amor al poder y al dinero.
