México sube cinco posiciones en el ranking regional de los gobiernos más confiables.
En un mundo donde la confianza es moneda de cambio en la relación entre ciudadanía y gobierno, México marca un hito significativo. Según el más reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la nación azteca ha escalado cinco peldaños en el ranking de confianza ciudadana en América Latina, posicionándose ahora en el segundo lugar de la tabla, solo por detrás de Costa Rica.
Este logro es el resultado de un crecimiento sostenido en la percepción positiva del gobierno mexicano, que ha visto cómo su tasa de confianza ha aumentado en 8 puntos porcentuales desde 2008, alcanzando el 53% en 2024. Este avance es notable, especialmente al considerar los desafíos socioeconómicos y políticos que han enfrentado las administraciones públicas en la región durante este período.
Sin embargo, no todo es tan positivo como parece. Al profundizar en los datos, se revela una marcada disparidad generacional en la confianza gubernamental. Mientras que los adultos mayores de 50 años muestran niveles significativamente altos de confianza, con un 64% en México, la juventud presenta una perspectiva más crítica. Los jóvenes entre 15 y 29 años manifiestan una confianza del 47%, subrayando una brecha generacional de 17 puntos porcentuales, una de las más amplias en la región.
Esta divergencia no es un fenómeno exclusivo de México; refleja una tendencia más amplia en América Latina, donde la confianza general en el gobierno es relativamente baja, con solo el 36% de la población expresando una percepción positiva a nivel regional. Esto marca un retroceso respecto a mediciones anteriores y resalta la creciente desilusión de los ciudadanos con sus instituciones gubernamentales.
La OCDE atribuye estas variaciones en la confianza a una mezcla de factores, incluyendo dinámicas culturales, socioeconómicas e institucionales. Definen la confianza gubernamental como «la creencia de que otra persona o institución actuará de manera consistente con las expectativas de comportamiento positivo», destacando su importancia como pilar fundamental en la construcción de sociedades democráticas sólidas.
A pesar de los avances, el informe sugiere un llamado a la acción para los gobiernos de la región, incluido México, para abordar las causas subyacentes de la desconfianza, especialmente entre los jóvenes. Esto implica no solo mejorar la eficiencia y transparencia de la administración pública, sino también fomentar una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones políticas.
Mientras México celebra su ascenso en el ranking de confianza gubernamental, este momento debe servir como una oportunidad para reflexionar sobre los desafíos que aún enfrenta. La brecha generacional en la confianza es un recordatorio de la necesidad de construir instituciones inclusivas y responsables que puedan satisfacer las expectativas de todos los sectores de la sociedad. Solo entonces podrá consolidarse este avance como un verdadero logro hacia la construcción de un gobierno más confiable y democrático.
